No lo busques en Facebook, ni en Twitter, ni te molestes en seguir sus pasos a través de su web. No tiene. « Porque me da cierta vergüenza y por indolencia, también. Internet te gasta mucha energía, sobre todo estar pendiente de lo que se dice de ti. Si estuviera en eso no tendría tiempo para escribir ». Es justamente lo que lleva haciendo 10 años, si exceptuamos « la jornada garbancera de traductor ». Tuvo Facebook, pero se dio de baja, aunque cayó en la tentación « de espiar fotos y perfiles de gente que ni conocía » : « Una de las fantasías humanas es mirar impunemente ». Pero Andrés Barba siempre tiene una reflexión profunda a mano, e hila ese argumento con otro : « Por eso espiar todo el tiempo que quieres el rostro de la persona a la que quieres es uno de los privilegios del amor ». Es uno de los 22 jóvenes escritores más importantes en habla hispana según la prestigiosa revista británica Granta. Es crítico, sesudo, habla a balazos, dispara argumentos en cada frase, aunque estemos hablando del tiempo. Parece superdotado. No se lo digo por si se acaba la conversación. Si le preguntas una frivolidad, resopla, se le aprieta la mandíbula, se revuelve en la silla. Es difícil acercarse a él y muy fácil a lo que él piensa. No hay rastro de nada políticamente correcto. No hay ni huella de complacencia. Como en su literatura, calificada por algunos como cruda o incluso cruel. Él dice que sobre todo habla de amor. Por ejemplo, su último libro (Ha dejado de llover), con el que está « satisfecho », y eso, según confiesa, es raro en él, va sobre una pareja que no se entiende. Que tiene un hijo por accidente. Que no es capaz de confiar ni de conectar : « El amor está flotando en todo, es el tema que nadie puede resolver y que a todos nos interesa resolver. Es sentir la soledad ajena con la misma congoja que la propia. Y, como un cielo nublado que se despeja, de repente lo podemos comprender y es el fin del conflicto ».
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Foto extraída del mismo artículo.