Collioure

En el Castillo Real de Collioure, junto al inmenso arco que da acceso a un corredor en pendiente perforado por varias galerías angostas y húmedas de penetrante aroma carcelario, una placa da fe del turbio pasado de la fortaleza por el aseado método de recordar a quienes en su interior padecieron las ignominias de la historia. Lo colocaron allí, según reza la inscripción, el 22 de febrero de 2003, « en nombre de la libertad », con el fin de « conmemorar la memoria de los Republicanos Españoles encarcelados en este castillo, cárcel estatal, el año 1939 ». Es el recordatorio expreso, y algo tardío, de un fenómeno cuyos ecos resuenan a cada paso y se extienden por toda la franja meridional de la comarca del Rosellón, desde la localidad fronteriza de Cerbère hasta la muy turística Argelès-sur-mer, en cuya larguísima playa — que fue en tiempos un inmenso campo de refugiados donde malvivieron hacinados los primeros inquilinos de nuestra multitudinaria diáspora — no queda hoy ni un vestigio de aquel pretérito imperfecto que atravesó estas tierras de refilón pero dejó su eco prendido en la atmósfera. […] Machado llegó a Collioure en circunstancias penosas. Desde el inicio de la guerra, había padecido sucesivas mudanzas con las que acompasaba sus pasos a los del Gobierno de la República — de Madrid a Valencia, y de allí a Barcelona — hasta que finalmente cruzó la frontera el 27 de enero de 1939 para desembocar, dos días después, en la que sería su última morada. Llegó allí acompañado por su madre, su hermano José y el escritor Corpus Barga, después de coger un tren en la estación de Cerbère, a la que había llegado sin dinero y con la salud bastante deteriorada por la vejez y la dureza de un periplo leonino en el que había atravesado los Pirineos junto a miles de refugiados que evitaban con el paso de la frontera el destino que su patria, que ya no lo era tanto, les tenía reservado. Como aquello no ha cambiado mucho, no resulta difícil imaginar lo que tuvieron que ser aquellos primeros pasos del poeta por el que se convertiría en escenario de sus últimos días. Aunque Collioure ha crecido bastante, la estación – que entonces estaba en las afueras del pueblo y hoy viene a marcar una frontera tácita entre aquél y su prolongación residencial –  sigue manteniendo ese aire lánguido de los lugares de tránsito que se saben abocados a la indiferencia.

Noticia completa (Jot Down).

Foto : Wikimedia Commons.