Estatua de Don Juan Tenorio en Sevilla

Estatua de Don Juan Tenorio en Sevilla

Se lamenta Luis Fernández Cifuentes, en la completísima edición a su cargo de Don Juan Tenorio, de la suerte que aguarda a la obra de Zorrilla en la recepción del público, alejándose de la viva voz de los teatros que la mantenía imborrable en la memoria de la gente para ir convirtiéndose, cada vez más, en un clásico, en lectura obligatoria para los alumnos de instituto y en pasto de los filólogos que confeccionan ediciones como la que él mismo ha llevado a cabo. Se perderá así la sonora teatralidad que ha engatusado a espectadores tan despiertos, y tan rendidos, como Clarín o Gonzalo Torrente Ballester, y a todos los demás admiradores que han hecho del Tenorio una de las obras más representadas del teatro español. Y es que ¿ quién puede resistirse a un drama con este reparto ? Don Juan Tenorio es una de las lecturas más divertidas de la literatura española. Y no hablo solo de su comicidad, que la hay (a veces involuntaria). Me refiero al placer que proporciona el seguimiento de un personaje cuyo nombre no puede estar a la sombra de ningún otro, que no puede oír una hazaña sin buscar superarla ni sufrir una prohibición sin querer violarla de la manera más aparatosa. En una taberna de Sevilla se reúnen dos caballeros, don Juan Tenorio y don Luis Mejía, quienes un año atrás « [vinieron] a apostar / quién de ambos sabría obrar / peor, con mejor fortuna, / en el término de un año. » La noticia de la apuesta corre en boca de todos los sevillanos y varios curiosos, con motivos más o menos evidentes, se reúnen en la taberna a presenciar su resolución. Unos apuestan por Mejía y otros por Tenorio. Zorrilla sitúa magistralmente a todos los personajes del drama, desvelando poco a poco las intenciones de cada uno y sembrando algunas pistas de la conclusión. Y ello a pesar de varios lapsos, a veces bastante gordos, que ponen en entredicho la consistencia del argumento.

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Foto : Wikimedia Commons.