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Paul Cézanne - Los Jugadores de cartas (1890-1892)

Paul Cézanne – Los Jugadores de cartas (1890-1892)

En este país, durante años, solo hubo una partida. La partida de cartas. La Partida. Y era sagrada en millones de casas, como el brasero o como la copita del desayuno. La echaba tu padre, la echaba tu abuelo, y si sabías lo que es bueno, un día la echabas tú. Podías licenciarte en Derecho jugando una partida tras otra en la cafetería de la facultad. Solo tenías que levantarte de vez en cuando para fotocopiar apuntes. En realidad, aquello no era tanto una partida de cartas como una misa. O una orgía. O el acogedor infierno. No faltabas a la cita por una enfermedad, ni por una celebración familiar, ni porque naciese tu hijo. En Vilardevós (Ourense), hablamos recurrentemente de aquella partida en la que a Indalecio Yáñez le llegaron, en mitad de un subastado, con la nueva de que había nacido su cuarto hijo. « Arrastro », dijo sin levantar los ojos del tapete, metiendo un triunfo en la mesa, para allanar el horizonte. El bar aguantó la respiración y el tiempo palpitó en la atmósfera. Cuando Indalecio recogió la baza y contó los puntos de cabeza, se volvió y preguntó, apartando un segundo el palillo de la boca : « ¿ Niño o niña ? ». Y, naturalmente, continuó la partida. A eso me refiero cuando digo « sagrada ». El jugador de cartas primitivo, que un día, hace mucho tiempo, entró en el bar y pensó «este es mi hogar», estableció entonces sus valores : partida, trabajo, familia. Por este orden. Tampoco es que se precisen más ideales. Con tres valores así, firmes, recios, se puede escribir la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, de Imanuel Kant. Ni un tipo como Kant, ahora que lo citamos, supo sustraerse al embrujo del billar, como detalla James Boswell en Visita al profesor Kant. Hay que desconfiar de la gente sin vicios, que nunca encuentra una razón para llegar tarde a casa, incluso para no llegar. Allá ellos, claro. Pero conviene saber que acostarse temprano y levantarse temprano, como advirtió James Thurber, hacen de un hombre alguien saludable, próspero y muerto. La partida de cartas dice más de ti que los cuatro tomos de tu autobiografía. Más que el hecho de ser de aquí, o de allí.

Noticia completa (Jot Down).

Ilustración : Wikimedia Commons.