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Descontextualizar a un autor, o a un texto, es tan peligroso e injusto como creer que los grandes debates que zarandean el presente nacen de la nada. Por ello, y teniendo en cuenta las innumerables transformaciones que ha sufrido España desde la Segunda República, resulta sugerente y revelador releer hoy a Gaziel (Agustí Calvet) y a Manuel Chaves Nogales, ambos olvidados (por algo será) durante demasiado tiempo. La editorial RBA (La Magrana), en su colección dedicada al catalanismo, publica Tot s’ha perdut. Se trata de una selección de artículos que llevó a cabo el propio Gaziel (aunque finalmente no vio la luz como libro), cuando ya vivía inmerso en cierto ostracismo en Madrid. Son textos, corregidos y mejorados, que se pudieron leer años antes en La Vanguardia, diario que dirigió. Enric Juliana, que se hace cargo del prólogo, lo presenta como a un « periodista europeo y platónico », que proviene de la filosofía, y que apela constantemente a la racionalidad. Calvet, así, critica una y otra vez las « desviaciones sentimentales y subjetivas de Catalunya », en lo que hoy algunos agudos comentaristas en twitter llamarían melindrisme (otros han preferido hablar de kitsch). Gaziel, discípulo de Prat de la Riba, es, por encima de todo, noucentista. Pero, precisamente porque lamenta el subjetivismo, muestra su sentimiento catalanista más profundo cuando ve, en 1934, cómo « el primer ensayo autonomista » fracasa, y el estatuto queda suspendido. No ha sido posible « cambiar un armazón estatal y una conciencia colectiva, tradicional y secularmente centralista, en un nuevo, delicado y complejo organismo de sensibilidad autonómica ». O sea, se escapa la idea de una España nueva, plural y respetuosa con las diferentes identidades que la forman. El caso de Manuel Chaves Nogales es bien diferente. No es un catalán que mira su país desde dentro, sino un sevillano que quiere comprender, yendo a la calle y a los despachos, qué es eso del catalanismo, y cuáles son sus principales actores. El libro editado por Almuzara recoge las entrevistas que el andaluz realizó a los presidentes Macià (1931) y Companys (1936), además de ocho reportajes publicados originariamente en el periódico Ahora, tras la victoria del Frente Popular. Es una época en la que el independentismo no es hegemónico (término que gusta tanto utilizar hoy). El periodista llega a afirmar, entonces, que « el separatismo es una rara sustancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Catalunya como aglutinante de las clases conservadoras ».